Los lados

Del Lado de Acá
(Rayuela, Julio Cortazar)


- Buenas tardes, don - dijo la señora de negro - . Qué calor que hace.
- Al contrario, señora - dijo Oliveira - . Hace más bien un frío horrible.
- No sea chistoso, señor - dijo la señora - . Más respeto con los enfermos.
- Pero si usted no tiene nada, señora.
- ¿Nada? ¿Cómo se atreve?
«Esto es la realidad», pensó Oliveira, sujetando el tablón y mirando a la señora de negro. «Esto que acepto a cada momento como la realidad y que no puede ser, no puede ser.»
- No puede ser - dijo Oliveira.
- Retírese, atrevido - dijo la señora - . Le debía dar vergüenza salir a esta hora en camiseta.
- Es Masllorens, señora - dijo Oliveira.
- Asqueroso - dijo la señora.
«Esto que creo la realidad», pensó Oliveira, acariciando el tablón apoyándose en él. «Esta vitrina arreglada, iluminada por cincuenta o sesenta siglos de manos, de imaginaciones, de compromisos, de pactos, de secretas libertades.»
- Parece mentira que peine canas - decía la señora de negro.
«Pretender que uno es el centro», pensó Oliveira, apoyándose más cómodamente en el tablón. «Pero es incalculablemente idiota. Un centro tan ilusorio como lo sería pretender la ubicuidad. No hay centro, hay una especie de confluencia continua, de ondulación de la materia. A lo largo de la noche yo soy un cuerpo inmóvil, y del otro lado de la ciudad un rollo de papel se está convirtiendo en el diario de la mañana, y a las ocho y cuarenta yo saldré de casa y a las ocho y veinte el diario habrá llegado al kiosko de la esquina, y a las ocho y cuarenta y cinco mi mano y el diario se unirán y empezarán a moverse juntos en el aire, a un metro del suelo, camino del tranvía...»
- Y don Bunche que no la termina más con el otro enfermo - dijo la señora de negro.
Oliveira levantó el tablón y lo metió en su pieza. Traveler le hacía señas para que se apurara, y para tranquilizarlo le contestó con dos silbidos estridentes. La soga estaba encima del ropero, había que arrimar una silla y subirse.
- Si te apuraras un poco - dijo Traveler.
- Ya está, ya está - dijo Oliveira, asomándose a la ventana - . ¿Tu tablón está bien sujeto, che?
- Lo calzamos en un cajón de la cómoda, y Talita le metió encima la Enciclopedia Autodidáctica
- No está mal - dijo Oliveira - . Yo al mío le voy a poner la memoria anual del Statens Psykologisk-Pedagogiska Institut, que le mandan a Gekrepten no se sabe por qué.
- Lo que no veo es cómo los vamos a ensamblar - dijo Traveler, empezando a mover la cómoda para que el tablón saliera poco a poco por la ventana.
- Parecen dos jefes asirios con los arietes que derribaban las murallas - dijo Talita que no en vano era dueña de la enciclopedia - . ¿Es alemán ese libro que dijiste?

- Sueco, burra - dijo Oliveira - . Trata de cosas tales como la Mentalhygieniska synpunkter i Förskoleundervisning. Son palabras espléndidas dignas de este mozo Snorri Sturlusson tan mencionado en la literatura argentina. Verdaderos pectorales de bronce, con la imagen talismánica del halcón.
- Los raudos torbellinos de Noruega - dijo Traveler.
- ¿Vos realmente sos un tipo culto o solamente la embocás? - preguntó Oliveira con cierto asombro.


Fabián Polosecki
El otro lado

No hay comentarios.: